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  • Ya se alamos l neas arriba que el elogio

    2019-04-25

    Ya señalamos líneas arriba que el elogio respondía vitamin d receptor una tradición primordialmente masculina. Ese rasgo se reproduce, claro está, en la RF, lo cual se explica fácilmente por las redes de sociabilidad que nutrían a esta revista y que esbozamos al principio de este artículo. La única excepción que podríamos señalar, y que se moldea sobre un esquema similar pero con los matices esperables de una concepción de género tradicional, es la nota sobre la muerte de Raquel Camaña, maestra de escuela y alumna de Ingenieros, colaboradora de la RF en temas educacionales. Se dice en la revista que “El acto de la inhumación de sus restos fue una ceremonia espontánea y conmovedora. Las escuelas donde ella enseñó, concurrieron en masa. Sus compañeros en el magisterio y en las letras formaron un cortejo imponente. Se pronunciaron doce discursos.” Pero rápidamente, el elogio de la maestra muerta deriva en la esperable lección de vida ad usum de los vivos, en este caso, de las vivas, porque la figura de Camaña será empleada para diseñar un discurso eunómico, en el cual la circunstancia que le da origen se ve sobrepasada al convertirse en pretexto para el diseño de los roles necesarios para el buen funcionamiento social, así como de los atributos conferidos a cada uno de esos roles. En este caso, se trata de diseñar el papel de las modernas educadoras argentinas: El caso de Raquel Camaña es excepcional, como queda dicho. Incluso en otra ocasión, en que se reproduce el discurso que Ezequiel P. Paz, el director de La Prensa, pronunció en la inhumación de los restos del “filólogo y educacionista” Matías Calandrelli, se alude a una periodista fallecida recientemente —entendemos que se trata de Ada María Elflein— pero no se reproduce en la RF ningún discurso o nota necrológica directamente destinada a ella. Dice Paz: Como es fácil advertir, la breve narración de las vidas de los sujetos elogiados queda circunscripta a la vida productiva, dejándose de lado, salvo en casos excepcionales, la mención a la biografía sentimental u otros avatares de la existencia, que se diluyen frente a la cadena de logros consistentes en descubrimientos, libros publicados, estudios o acciones de relevancia en el quehacer científico o educacional. Esto hace posible la identificación de la vida con la obra y permite, a Facultative heterochromatin su vez, leer la obra como reflejo de la personalidad. La construcción bio/hagiográfica que tiene lugar en estos elogios es posible porque las vidas narradas son, de algún modo, sometidas a operaciones de selección e incluso de cierto despojamiento de las variables, que hacen a las condiciones materiales y sociales en que se desempeña la tarea intelectual, mucha veces obliteradas en esas narraciones, excepto, quizá, en aquellos casos en que se exhiben los obstáculos ofrecidos por un medio adverso como una forma de encarecer los méritos del sujeto elogiado. Esto es visible, por ejemplo, en el discurso que pronunció Mariano de Vedia y Mitre, en nombre del consejo directivo de la Facultad de Ciencias Económicas, en el sepelio de Osvaldo Magnasco, un discurso en el cual los fracasos parlamentarios de Magnasco son transformados en éxitos, porque su figura se contrapone a la hostilidad de un medio que no estuvo siempre a la altura cívica e intelectual de “este ilustre muerto”, como lo llama de Vedia: Asimismo, la proliferación de esta clase de discursos es en sí misma una instancia de medición del mérito intelectual de los sujetos en cuestión. Ya advertimos la mención a los “doce discursos” que se pronunciaron en el entierro de Raquel Camaña. En el caso de Agustín Álvarez, por ejemplo, la multiplicación de notas necrológicas es vista también como una prueba palpable de la trascendencia de su accionar, una trascendencia, demás está aclararlo, entendida en términos totalmente seculares: Aunque González habla en nombre del Senado, prontamente su discurso se desliza desde la voz corporativa a sus propios temas de interés: la educación y la fundación de la Universidad de La Plata, y por ello el senador Iberlucea, que en 1906 había comenzado a colaborar con dicha institución educativa, es primordialmente despedido como el “colaborador y compañero de múltiples y largas fatigas educadoras.”